domingo, 8 de mayo de 2011

AVISO - AVISO - AVISO - AVISO

A partir de ahora, todo lo relacionado con la asignatura de FILOSOFÍA lo podéis encontrar aquí:

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martes, 3 de mayo de 2011

FREUD Y EL PSICOANALISIS EN EL MUNDO DEL CINE


A partir de Freud, estos gestos tan pequeños y tan insignificantes -como por ejemplo, el hecho de dejar caer o de perder una cosa, de jugar distraídamente con algún objeto, de olvidar o de omitir ciertas acciones llevadas a cabo de ordinario con una soltura mecánica- son en el más alto grado reveladores de experiencias interiores del sujeto, de sus deseos y de sus acciones, y precisamente de los deseos y emociones de los que no tiene conciencia. Contando con las condiciones particulares de la técnica cinematográfica, todos los realizadores sagaces han utilizado tales detalles como otros tantos medios de expresión indispensables: la mayor parte de ellos, seguramente, sin tener el menor conocimiento teórico de su verdadera significación.
Hans Sachs, Psicología del film

El cineasta alemán G.W. Pabst fue el primero en incorporar el psicoanálisis al cine en Misterios de un alma (Geheimnisse einer Seele, 1926), estudio de un caso de impotencia sexual transitoria realizado con la colaboración de Karl Abraham y Hans Sachs, dos de los primeros discípulos de Freud. La idea no interesó al maestro, que respondió a la requisitoria de colaboración de Abraham -fundador de la Sociedad de Berlín y presidente de la Asociación Internacional de Psicoanálisis desde 1914- el 9 de junio de 1925:

Estimado amigo:
(...) El famoso proyecto no me agrada. En un primer momento encontré inobjetable su argumentación en el sentido de que si no lo realizamos nosotros, lo harán otros. Pero luego se me ha ocurrido que por lo que esta gente está dispuesta a pagar es, obviamente, por la autorización, que no pueden obtener más que de nosotros. Si se empeñan en hacer cualquier cosa por libre, al negarnos nosotros, no podremos impedírselo, pero tampoco estaremos implicados. En última instancia no podemos en ningún caso prohibir a nadie hacer una película sin ponerse de acuerdo con nosotros. Una vez aclarado este punto, podemos pasar a discutir la cuestión. Mi principal objeción es que no creo posible ofrecer una representación plástica satisfactoria de nuestras abstracciones. Y tampoco vamos a dar nuestro consentimiento a cualquier cosa insípida. El Sr. Goldwyn se mostró al menos bastante inteligente como para centrarse en aquel aspecto de nuestro tema que puede ser objeto de una adecuada representación plástica, el amor (...)

Naturalmente, estoy totalmente convencido de que Ud. mismo nunca aprobará nada que pudiera dar lugar a estas u otras objeciones similares. Pero como no parece del todo reacio a implicarse en este asunto, le sugiero lo siguiente: diga a los productores que no creo posible obtener a partir de este proyecto resultados que puedan ser útiles o satisfactorios y que, por consiguiente, no puedo de momento dar mi autorización. Si una vez analizado el guión que someterán a su consideración, e indirectamente así también a la mía, nuestra opinión cambiara, no descarto poder dar eventualmente tal autorización. Pero le confieso que preferiría no tener nada que ver con esa película.

Tampoco deseaba tener nada que ver con la moda del peinado a lo garçon y, sin embargo, ambas novedades --dicho corte de pelo y las películas-- le parecían algo inevitable, por más que rechazara que le involucrasen a él, como escribió con irónica resignación a Ferenczi, poco después (14 de agosto de 1925). Desde entonces, una avalancha de acólitos del psicoanálisis, más o menos ortodoxos, ha inundado las pantallas de cine con resultados muy heterogéneos, como veremos en esta pequeña muestra cuya selección ha tomado en cuenta la aparición en la pantalla del patriarca de los analistas. Quizás sus reticencias ante los magnates de Hollywood pudieran estar más que justificadas, a juzgar por la fría acogida que la cultura norteamericana y los medios más conservadores como Current Opinion dispensaron a los primeros psicoanalistas, Brill y Burrow, sospechosos de conexión con las vanguardias revolucionarias de las artes en las primeras décadas (surrealismo, cubismo, futurismo...) y el horror puritano a las exageraciones pansexualistas, que sólo se irían asimilando a partir de los años 30, y algo más tarde en el cine, con la época de esplendor que se produciría ya pasada la mitad de la centuria.

El acercamiento más riguroso al creador del psicoanálisis es Freud, pasión secreta (Freud, the Secret Pasión, 1962) del norteamericano John Huston, que recurrió al atormentado Montgomery Clift para dar vida al científico vienés desde una perspectiva biopic que recogía la primera etapa de su trayectoria. El guión fue encargado a Jean Paul Sartre, pero el filósofo escribió un texto que hubo que abandonar porque exigía un film de dieciséis horas de metraje. La película resulta interesante por el biografiado, aunque el esquema del discurso que esgrime resulta bastante abigarrado. Freud, pasión secreta narra la peripecia vital e intelectual del médico vienés durante el periodo de gestación del psicoanálisis; sus relaciones con Charcot y Breuer; el rechazo de que fue objeto por parte de la comunidad científica; el descubrimiento del inconsciente, del carácter sexual de la neurosis y del complejo de Edipo; el análisis bajo hipnosis y la libre asociación de ideas y palabras. El propio Huston presenta así su película:
"Cuando el gran astrónomo Copérnico privó al hombre de la idea de que la tierra era el centro del universo, lo atacaron ferozmente. Cuando Darwin situó al hombre en la escala de la evolución, también lo atacaron, porque el hombre no acepta fácilmente las verdades que hieren su vanidad.

Hoy en día, se ataca todavía al doctor Sigmund Freud porque destruyó otra de las ilusiones del hombre: que él domina las propias palabras y los propios actos. Freud nos demostró que todos tenemos una segunda mente, que funciona en un secreto total y ordena que la sigamos ciegamente: el inconsciente.

En esta película vemos que el doctor Freud, para descubrir estos hechos, descendió a una región casi tan oscura como el mismo infierno y cómo allí encontró la luz. Nuestra película es un análisis, paso a paso, de las vidas intensamente íntimas de la gente y de los misterios de la conducta humana que la sociedad no ha reconocido hasta tiempos recientes".

Respecto de la virtualidad didáctica de esta película explica Huston en sus Memorias:


"La construcción de Freud escena por escena, o, más bien, idea por idea, seguía, (...), los pasos que dio Freud para elaborar la teoría del complejo de Edipo. Para mantener el interés, cada paso tenía que quedar muy claramente demostrado y ser perfectamente comprendido por el público. Era una historia de suspense intelectual, y no podía suprimirse ningún paso sin afectar a la lógica del conjunto. Había que educar al público en el transcurso de la película, pero el proceso didáctico tenía que permanecer integrado en el fluir de la línea argumental. Al público no le gusta que le digan que le están dando una lección cuando ha pagado para que le entretengan."

Otro acercamiento al personaje se debe a la iniciativa del realizador norteamericano Herbert Ross, Elemental, doctor Freud (The Seven Percent Solution, 1976), que contó para ello con un espléndido reparto: Nicol Williamson, Alan Arkin, Robert Duvall, Vanessa Redgrave, Laurence Olivier. Se trata de una comedia menor, pero sorprendente y nada despreciable, escrita por Nicholas Meyer sobre su propia novela: ni más ni menos que Sigmund Freud y Sherlock Holmes reunidos para investigar en común. El desarrollo de la trama permite numerosas anotaciones sobre ambos, así como una comparación muy sutil, de la que la perspicacia de Freud sale reforzada, mientras que el mito romántico de del sagaz investigador puede resultar desencantado. "Alguien -comenta José María Valverde- mezclaba una vez irreverentemente la imagen de Freud con la de Sherlock Holmes: el mismo ojo para llegar al diagnóstico del crimen; en el caso de Freud, de la mala acción que sólo a medias se ha conseguido olvidar o del mal deseo que no se quiere reconocer". Tanto Freud como el personaje creado por Arthur Conan Doyle son contrarios a todo lo que no sean hipótesis empíricamente demostrables siguiendo el método científico. En este sentido ambos comparten la moda del positivismo científico que caracteriza las últimas décadas del siglo XIX, ¿acaso no eran médicos?

También lo era el inquieto psicoanalista judío encarnado por Dudley Moore que examinamos a continuación, lo cual no le impide saltar por encima de las normas deontológicas de su juramento hipocrático, ni las más elementales reglas que protegen el sagrado diván del analista. En Loco de amor (Lovesick, Marshall Brickmann 1983), Saul Benjamín se siente perdidamente enamorado de una joven (Elizabeth McGovern) a la que atiende en su clínica, por lo que recibirá la visita del mismísimo espíritu de Freud encarnado por Alec Guinness, quien habrá de recordarle repetidamente en sucesivas apariciones las normas éticas que rigen el quehacer del analista; muy en particular las que separan al profesional del analizando, para no confundir el proceso natural del amor de transferencia. Habrá de ser un supervisor de lujo --precisamente John Huston, que en su película se esforzara por divulgar la grandeza del pensamiento de Freud-- quien asumirá el ridículo papel de conciliar de forma compatible los sentimientos humanos y la contratransferencia. Y así lo vemos esforzándose para avalar las extralimitaciones de su arbitrario pupilo ante la junta que debe examinar el caso y defender los intereses corporativos de la grey psicoanalista.

Y así, entre ataques a los tópicos más vulnerables que caracterizan a un gremio profesional que el film presenta como interesado y mercantilista, antes que abnegado y servicial, asistimos a una sistemática desacreditación de la tarea terapéutica de los encargados de velar por la salud mental, en clave de comedia corrosiva. Nada nuevo, si consideramos las habituales reticencias que, entre los propios profesionales, podían recogerse acerca del dudoso rango científico de una disciplina cuyo alcance resultaba casi imposible delimitar de la imagen pública que desde las pantallas trascendía:
"...en las películas los malos psiquiatras tenían relaciones sexuales con sus pacientes y después los mataban, mientras que los buenos psiquiatras se dedicaban sólo a lo primero." (Psichiatric News, 4-2-1994).

FUENTE.

martes, 26 de abril de 2011

EL DOLOR Y LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL (Entrevista con Miguel A. Vallejo)


"Cualquiera tiene experiencia de que en determinadas condiciones somos más sensibles al dolor. Además, informar de dolor es un modo de quejarnos, de requerir ayuda. A veces el dolor, como percepción, recoge y vehicula aspectos que no son dolor, como el malestar, la ansiedad, el cansancio, etc., produciéndose una mezcla indiferenciada que el paciente puede entender como dolor, pero que responde a diversos motivos de índole biológica pero también psicosocial.

Una visión meramente biológica del dolor sólo es válida para cuadros bien definidos de clara etiología y con una evolución rápida. En el resto de los casos, la perspectiva psicosocial que se enuncia más arriba es imprescindible".

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martes, 12 de abril de 2011

NEUROCIENCIAS Y PSICOANÁLISIS - Roberto Abdala



El presente trabajo intenta actualizar el estado de la investigación de los trastornos mentales. Rastrea antecedentes históricos propios del dualismo cartesiano que todavía tiende a restringir la comprensión del funcionamiento humano separando mente y cuerpo. Busca superar el antiguo paradigma biomédico que regía en la práctica médica y reconocer el biopsicosocial y sus consecuencias, para la investigación y posterior conceptualización de los fenómenos mentales. Se consideran los aportes de diferentes investigadores en áreas como memoria, genética molecular, estrés. Son descriptos conceptos de relevancia como plasticidad cerebral, función de transcripción y de plantilla de los genes, penetrancia incompleta y expresividad variable.

El conocimiento de los diferentes aportes provenientes de disciplinas tan variadas, enriquecerá la concepción del psicoanálisis. Este careció durante muchos años de los aportes de la moderna neurociencia. En la actualidad el cerebro se torna un órgano mucho más accesible gracias a la sofisticada tecnología que nos permite estudiar sus estructuras más íntimas, sus funciones y su correlación con estados mentales. Así también la dilucidación del genoma humano y su interacción con los estímulos significativos del ambiente alimentan una expectativa promisoria en la tarea de prevención de los trastornos mentales entre otros padecimientos.

La evolución científica de los últimos 30 años

En 1982, Engel propuso el modelo biopsicosocial como el nuevo paradigma de la medicina. Este propone una integración de los factores biológicos y psicosociales tanto en la comprensión diagnóstica como en la planificación terapéutica. Sin embargo, la psiquiatría ha sufrido distintos enfoques reduccionistas según las épocas. Hasta fines de los 60 la visión psicoanalítica fue lo predominante en desmedro de la biología. Hoy, ante los impresionantes descubrimientos de las neurociencias, el riesgo es el reduccionismo biologista. Al decir de Gabbard “la experiencia subjetiva, los procesos interpersonales y el autoconocimiento son aspectos del estudio psiquiátrico que no deben soslayarse ante la excitación producida por los neurotrasmisores y la genética molecular. Más aún, un aspecto de la psiquiatría como especialidad es su interés en definir los rasgos singulares de la persona”.

Sin embargo reunir los conocimientos de diversas disciplinas y aplicarlos en el ejercicio profesional representa un verdadero desafío a la capacidad sintética y de integración. “Mente y cerebro no pueden integrarse ni separarse completamente” (Slavney,1993). Debemos pensar simultáneamente en motivaciones, deseos y significados con la misma amplitud que en genes, neuroquímica y farmacocinética.

El problema mente-cuerpo ya se halla presente en el siglo XVII con Descartes. Toda consideración sobre un tratamiento no puede soslayar causas y mecanismos, de manera que se hace imprescindible el estudio de la etiología y la patogénesis si se apunta a un modelo terapéutico integral. La tarea del clínico es utilizar sus conocimientos para saber elegir dentro del conjunto de intervenciones posibles.

Según Damasio (1994) es un error pretender conceptualizar las operaciones mentales como algo separado de la biología del cerebro. ¿Cómo pueden observarse las leyes de la conservación de la energía y la masa y al mismo tiempo postular que un fenómeno material pueda ser provocado por algo inmaterial?

William James inició una corriente que se aleja del dualismo, al decir que la conciencia debe ser considerada como un proceso más que como una sustancia. Se ha intentado reformular el problema en términos de materialismo. Estas teorías reducen lo mental a lo físico. Y varían según el grado de importancia que le asignan a la actividad mental. En su forma extrema, afirman que una psicología de lo mental es irrelevante y puede ser completamente reemplazada por construcciones neurocientíficas.

La teoría darwiniana del sistema nervioso es esencialmente materialista .Actualizada por Edelman, está basada en la selección de grupos neuronales y el mapeo y postula un proceso de selección que se da sobre un grupo de unidades neuronales. Dice que solo las operaciones motoras y sensoriales básicas como los reflejos se hallan programadas desde el nacimiento. El infante es entonces libre de construír un mundo de significados y referencias personales que son reflejo tanto de sus experiencias con el entorno como también de su percepción interna. Concuerda con las ideas de Stern, cuyas observaciones lo llevaron a estudiar la emergencia del self. Elinfans correlaciona activamente, categoriza y conecta experiencias en el contexto de la experiencia yo-otro con una figura materna o cuidador. Trabajando sobre las ideas de Edelman, Modell sostiene que el mapa neuronal son sistemas simbólicos de significado que reflejan cómo se crea y recrea el self a través de la internalización de la experiencia.

Al examinar el status científico del psicoanálisis, Edelson dice que el problema mente-cuerpo es en esencia una cuestión metafísica acerca de la naturaleza última del ser y en consecuencia no puede ser resuelta a través de la presentación de datos empíricos. Según él, es más útil reconceptualizar todo considerando que se trata de una relación entre dos disciplinas o teorías(de la neurociencia y de la mente). Sugiere que como el psicoanálisis es una teoría de los estados mentales que incluye representaciones simbólicas del self y de los otros, no puede ser reducido a explicaciones neurocientíficas. Sin embargo, este punto es compatible con el materialismo ya que todos los estados mentales residen en un cuerpo y existe un estado físico que coexiste con cada estado mental. No puede reducirse lo mental a lo físico.

El materialismo puede acomodar un amplio abanico de concepciones acerca de la relevancia de la psicología y la teoría de lo mental. Si bien la mayor parte de los autores coincidirá en la formulación de que lo mental puede ser comprendido como la actividad del cerebro, no todos coinciden en que tal conclusión conduce a un materialismo reductivo. Searle desestima toda dicotomía entre físico y mental y habla de la irreducible subjetividad de lo mental. En su teoría, naturalismo biológico, la conciencia es un rasgo de elevado nivel del cerebro, pero no puede reducirse a un fenómeno en tercera persona que sea estudiado por los neurocientíficos. La conciencia implica un estado y procesos subjetivos que solo pueden ser experimentados por un sujeto conciente y por lo tanto está en el dominio de los fenómenos de primera persona.

McGinn sostiene que no podemos resolver el problema mente-cuerpo porque es imposible ver lo mental. La conciencia se basa en la introspección y lo cerebral en la percepción. Podemos estudiar el cerebro y realizar correlaciones físicas de un estado de conciencia con PET, pero eso es muy distinto de la percepción del estado de conciencia del individuo mismo.

Lo cierto es que la experiencia afecta al cerebro. El flujo cerebral varía en la corteza órbito-frontal, en estado de reposo, comparado con imaginar o evocar estados de tristeza. El cerebro se construye en un complejo interjuego de elaboración entre genes y ambiente y la experiencia del organismo en relación con él crea patrones de conexión neural.

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LA PSICOLOGIA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACION DE FRANCO - Javier Bandrés y Rafael Llavona (1996)


Durante la guerra civil española, Antonio Vallejo Nágera, Jefe de los Servicios Psiquiátricos del ejército de Franco, fundó y dirigió un gabinete de investigaciones psicológicas para estudiar la personalidad de los prisioneros en los campos de concentración. Vallejo informó de que los prisioneros se caracterizaban como grupo por la elevada incidencia de temperamentos degenerativos, inteligencias mediocres y personalidades sociales innatamente revolucionarias, rasgos que consideraba típicos de los seguidores de las ideologías antifascistas e izquierdistas. Según Vallejo estos rasgos son potenciados en el caso de las prisioneras por la característica inferioridad psicológica de la mujer. Concluyó que la posibilidad de conseguir un cambio de actitud político-social en estos sujetos era muy reducida.

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sábado, 9 de abril de 2011

Brain structure differs in liberals, conservatives.


WASHINGTON — Everyone knows that liberals and conservatives butt heads when it comes to world views, but scientists have now shown that their brains are actually built differently.

Liberals have more gray matter in a part of the brain associated with understanding complexity, while the conservative brain is bigger in the section related to processing fear, said the study on Thursday in Current Biology.

"We found that greater liberalism was associated with increased gray matter volume in the anterior cingulate cortex, whereas greater conservatism was associated with increased volume of the right amygdala," the study said.

Other research has shown greater brain activity in those areas, according to which political views a person holds, but this is the first study to show a physical difference in size in the same regions.

"Previously, some psychological traits were known to be predictive of an individual's political orientation," said Ryota Kanai of the University College London, where the research took place.

"Our study now links such personality traits with specific brain structure."

The study was based on 90 "healthy young adults" who reported their political views on a scale of one to five from very liberal to very conservative, then agreed to have their brains scanned.

People with a large amygdala are "more sensitive to disgust" and tend to "respond to threatening situations with more aggression than do liberals and are more sensitive to threatening facial expressions," the study said.

Liberals are linked to larger anterior cingulate cortexes, a region that "monitor(s) uncertainty and conflicts," it said.

"Thus, it is conceivable that individuals with a larger ACC have a higher capacity to tolerate uncertainty and conflicts, allowing them to accept more liberal views."

It remains unclear whether the structural differences cause the divergence in political views, or are the effect of them.

But the central issue in determining political views appears to revolve around fear and how it affects a person.

"Our findings are consistent with the proposal that political orientation is associated with psychological processes for managing fear and uncertainty," the study said.

FUENTE

martes, 5 de abril de 2011

Buenafuente entrevista a Sigmund Freud en 'Hasta el fondo'

ENTRE LOS CAMINOS A Y B ELIJO EL INCIERTO C: EL BIEN, EL MAL Y LOS DILEMAS ÉTICOS - Víctor Claudio


En este artículo partimos de las definiciones de Bien y de Mal que nos ofrece la filosofía para la interpretación de los dilemas éticos en la práctica de la Psicología. Subrayamos que, como referencia en el proceso de decisión subyacente a la resolución de los dilemas éticos, los psicólogos tienen además del Código Deontológico nacional, el Meta-Código de Ética europeo, sus principios morales, éticos y sus emociones. Se discuten algunos dilemas éticos que tienen lugar en la práctica de la Psicología, adelantando tres respuestas posibles, siendo la identificada como camino C aquella que consideramos que causa menos daño.

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IN DEFENCE OF PSYCHOANALYSIS


From INTELLIGENT LIFE Magazine, Winter 2010

It is just over a century since psychoanalysis was first recognised as a science. In 1909 Sigmund Freud gave five lectures at Clark University in Massachusetts that surveyed and explained the fledgling discipline’s achievements to that point—the interpretation of dreams, the analysis of hysteria, the meaning behind jokes, the reasons we make stupid mistakes. Key to them all was the operation of the unconscious, the back-seat driver whispering to us to behave in ways we’d officially disown.

Later, Freud was to remark that his discovery amounted to a third and final nail in the coffin of human pride. The first was Copernicus’s bubble-bursting calculation that the Earth orbits the sun, thus displacing mankind from its central position in the universe. Second came Darwin’s finding that rather than being God’s special creature, descended from Adam and Eve, man was a monkey. And now Freud’s own postulation of an unconscious implied that we were strangers even to ourselves.

In adding to this demoralising ledger of human limits, however, Freud had unlocked a hitherto concealed dimension. Formerly obscure or ignored parts of the mental map now had a legend, and psychoanalysis established itself as the compass by which the terra incognita could be navigated. Before long the unconscious had slipped off the couch and entered the lingua franca, and today it’s virtually impossible to talk about human behaviour without drawing more or less explicitly on Freud’s lexicon. Not only do we speak readily about “unconscious” motivation, but we’ll happily deploy fancy psychoanalytic concepts like “being in denial” in the most ordinary conversations.

Yet for all its seepage into everyday life, psycho-analysis finds itself routinely denounced, even by those in its intellectual debt. Set aside the practical objections —becoming an analysand involves five sessions a week, at perhaps £70 per session, over many years—psychoanalysis, they say, reduces everything to sex. Worse, it does so in a form that looks misogynistic. As for its being a science, that’s laughable—believing that a fireside chat with a patient about their childhood can disclose the deep structure of the psyche is plain arrogant. Not to mention the potential for planting thoughts in the patient’s mind which happen to prove the theory you set out with.

So it’s not surprising that in the face of these perceived flaws psychoanalysis’s therapeutic rival, Cognitive Behavioural Therapy (CBT), has gained ground. Although both approaches pursue the same outcome—happy patients—the underlying method couldn’t be more different. Where psychoanalysis sifts the inner self to shift the outer, CBT adjusts external behaviour to ameliorate the internal state. Psychoanalysis gets to the root cause, often lying in one’s early years, where CBT focuses on the presenting issue. CBT is much more short-term, usually limited to about 30 sessions; doesn’t talk about erotic life unless it comes up; and generally takes an empirical approach that’s easily associated with the scientific. And where psychoanalysis leaves patients haplessly to work through their own psychic detritus, CBT sets homework.

The cause of CBT has also been served by the wider health system, in which all activity is now measured to within an inch of its life, targets become paramount, practitioners get held mercilessly to account, and patients transmogrify into customers demanding accessibility. In this transparent and shadowless world, CBT provides the comforting illusion that the lugubrious terrain of mental health can yield to instant illumination under a striplight. And because it positions itself among the empirical sciences, it enjoys an affinity with pharmacologically oriented psychiatry in which symptoms, should they fail to be dissolved by therapy, can be handily lined up with drugs. Needless to say, this is a system that plays well with the pharmaceutical giants.

The irony is that in becoming more “scientific”, CBT becomes less therapeutic. Now, Freud himself liked to be thought of as a scientist (he began his career in neurology, working on the spinal ganglia), but it’s the non-scientific features that make psychoanalysis the more, not the less, powerful. I’m referring to the therapeutic relationship itself. Although like psychoanalysis largely a talking cure, CBT prefers to set aside the emotions in play between doctor and patient. Psychoanalysis does the reverse. To the annoyance no doubt of many a psychoanalytic patient, the very interaction between the two becomes the subject-matter of the therapy.

This emotional muddling between analyst and patient is known in the trade as “transference”, and it’s important because it’s the way most of our relationships play out in the real world—as ambiguously defined contracts. This isn’t to say the analyst is short of techniques for managing that muddle, but it is to say that there’s no naively “clinical” position to be assumed. The consulting room thus transforms itself into a laboratory in which patients can learn about their impact on someone else in real time, and thus grow in self-awareness—which is the prerequisite for self-improvement.

The respected therapist and writer Irvin Yalom, among others, argues that depression and associated forms of sadness stem from an inability to make good contact with others. Relationships are fundamental to happiness. And so a science that has the courage to include the doctor’s relationship with the patient within the treatment itself, and to work with it, is a science already modelling the solution it prescribes. What psychoanalysis loses in scientific stature, it gains in humanity.

Robert Rowland Smith is author of "Breakfast with Socrates" and the forthcoming "Driving with Plato" (Profile). IIlustration by Brett Ryder.

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martes, 29 de marzo de 2011

La Universidad de California tumba a Almodóvar en el diván


Ochenta dólares (unos sesenta euros) es lo que le costará al espectador con inquietudes al otro lado del Atlántico meterse en la cabeza del director español más famoso de todos los tiempos. Solo hace falta apuntarse (cuanto antes, se espera que el aforo se agote en breve) al taller que se impartirá en el Nuevo Centro para el Psicoanálisis (NCP), una institución con pedigrí dependiente de la UCLA, la legendaria Universidad de Los Ángeles, en California.

La obra de Pedro Almodóvar entra así en una de las escuelas de psiquiatría más prestigiosas del mundo, donde se le someterá al tercer grado (es un decir) con la ayuda de lo que revelan sus criaturas, las películas que le han convertido en un referente cinéfilo mundial. En otras palabras: la UCLA se permitirá la libertad de tumbar a Almodóvar en el diván.

El día escogido es el próximo 16 de abril, cuando los alumnos de la escuela y los curiosos que así lo deseen (las sesiones estarán abiertas al público en general) podrán asistir a una completa disección de la obra del realizador español a través de su particular visión del mundo y de los patrones narrativos y estéticos que marcan sus películas, en lo que en teoría supondrá una propuesta a años luz de la tónica habitual de proyección/discusión -el viejo concepto del cineclub- a la que estamos acostumbrados.

El doctor Thomas M. Brod, toda una autoridad en el campo de la psiquiatría estadounidense, es el coordinador de la actividad, que en 2010 tuvo como epicentro a Charlie Kaufman, el taciturno guionista de películas como El ladrón de orquídeas, Olvídate de mí o Cómo ser John Malkovich. Éste se prestaba a un completo análisis por su célebre complejidad creativa y el taller se convirtió en el más solicitado por los estudiantes. El éxito de aquella actividad llevó a los promotores a romperse un poco más la cabeza. Y así surgió el nombre de Pedro Almodóvar, en el que los cabezas pensantes de la institución vislumbraron la posibilidad de seguir avanzando en esta curiosa variante del psicoanálisis por la vía cinematográfica.

Esta vez el curso lleva por título Mirrors of the heart: Pedro Almodóvar (Los espejos del corazón: Pedro Almodóvar) y según puede verse en la página web del NCP (www.n-c-p.org) promete lo suyo: desde discutir las interioridades del drama psicólogico que permite al director explorar las necesidades más primitivas del ser humano a la constante transgresión de su obra, pasando por el "sutil uso de la posesividad como instrumento para lidiar con las ansiedades provocadas por la ansiedad y la perdida", nada parece escapar a los organizadores, que además de Broch, abarca a otra media docena de profesionales del NCP dispuestos a entrar a fondo en lo más profundo del alma almodovariana.

Sandra Fenster, una de las ponentes, famosa por su tesis sobre El increíble caso de Benjamin Button (David Fincher, 2008) explicaba a la revista The Hollywood Reporter: "Voyeurismo, chantaje, fantasías inconscientes y relaciones primerizas que persisten en la mente adulta: las películas de Almodóvar capturan todo eso". Además, Fenster aclaraba a la misma publicación que su tesis se centrará esta vez en Los abrazos rotos para ilustrar algunas teorías sobre los triángulos amorosos obsesivos y los celos vengativos.

Los promotores han conseguido meterlo todo en un solo día pero además -para los que quieran más- prometen el paquete clásico: proyecciones con discusión posterior. Eso sí... con ración de psicoanálisis incluido.

FUENTE

NUEVOS RESULTADOS EN EL TRATAMIENTO DEL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO


Se estima que se requieren cerca de 12 semanas de tratamiento psicológico para observar mejoras significativas en la sintomatología del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Sin embargo, un estudio reciente publicado en Molecular Psychiatry sugiere que la terapia conductual intensiva con inundación puede proporcionar resultados positivos en menos de 4 semanas y producir efectos a nivel biológico.

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de obsesiones (preocupaciones y miedos irracionales recurrentes y persistentes que son experimentados como no voluntarios,) y/o compulsiones (conductas repetitivas que se realizan según determinadas reglas de forma estereotipada para controlar las obsesiones y reducir la ansiedad). Por lo general, las personas que padecen TOC reconocen la falta de sentido de la conducta compulsiva y no obtienen placer en llevar a cabo esta actividad, aunque les produzca un alivio inicial. Por ejemplo, la persona puede experimentar la necesidad urgente de realizar ciertos rituales como lavarse las manos o comprobar repetidamente que el horno está apagado o que la puerta de la vivienda está cerrada. Tanto las obsesiones como las compulsiones, son una fuente significativa de malestar para el individuo y pueden interferir notablemente en su funcionamiento social.

La terapia conductual y, específicamente una de sus técnicas llamada exposición con prevención de respuesta, ha demostrado buenos resultados en el tratamiento del TOC. Esta técnica consiste en exponer a la persona deliberadamente a las situaciones que tienen tendencia a estimular sus compulsiones (por ejemplo, ensuciarse las manos) y luego ayudarle a afrontar la ansiedad generada sin poner en marcha el ritual acostumbrado (por ejemplo, impedirle el lavado excesivo de las manos).

En el estudio, titulado "Rapid effects of brief intensive cognitive-behavioral therapy on brain glucose metabolism in obsessive-compulsive disorder" y dirigido por un equipo de investigación de la Universidad de California, participaron 10 individuos con TOC a los que se les sometió a una prueba de Tomografía por Emisión de Positrones (TEP) al inicio y a la finalización de un programa de tratamiento psicológico. La Tomografía por Emisión de Positrones (TEP) es una técnica no invasiva de diagnóstico e investigación por imagen capaz de medir la actividad metabólica del cerebro.

Durante un periodo de 4 semanas y con una frecuencia de 5 días a la semana, los participantes recibieron tratamiento de exposición con prevención de respuesta. Tras el tratamiento, los pacientes aprendieron a tolerar sus miedos y preocupaciones sin poner en marcha sus conductas compulsivas, mostrando mejoras significativas en los síntomas asociados al TOC.

Los resultados de las pruebas por TEP mostraron un aumento de la actividad del córtex cingulado anterior dorsal derecho, que está implicado en la reevaluación y supresión de las emociones negativas. Estos resultados se han observado también en personas con trastorno depresivo mayor que habían recibido tratamiento cognitivo-conductual.

Según los investigadores, estos resultados ponen de manifiesto la falsa dicotomía entre tratamientos biológicos y psicológicos para los trastornos mentales, ya que algunos tratamientos psicológicos, como en este caso la técnica de exposición, pueden tener un claro efecto biológico al cambiar el patrón de actividad cerebral, así como cambios conductuales y psicológicos.

Científicos del CSIC desarrollan un modelo experimental de esquizofrenia en ratas


Resumen

Las infecciones sufridas por ratas gestantes provocan en sus crías, cuando ya son adultas, algunas alteraciones muy parecidas a las de pacientes esquizofrénicos en un número de casos significativamente superior al de las crías cuyas madres no las sufren, según un estudio de investigadores del CSIC.

Si bien ésta no es la causa mayoritaria de la enfermedad, asociada a factores genéticos, se ha demostrado que tras intensas epidemias infecciosas como la gripe o el sarampión, la incidencia de la esquizofrenia, se multiplica hasta por cinco en quienes fueron gestados durante ese período, ha explicado el investigador del Instituto Cajal José Borrell, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

El trabajo, que aparece publicado en la revista 'Molecular Psychiatry', reproduce algunas de las alteraciones neuroquímicas, conductuales e inmunológicas observadas en pacientes con la enfermedad. Los autores lograron revertirlas con la administración de antipsicóticos, lo que avala la utilización del modelo en la búsqueda de posibles marcadores biológicos implicados en el desarrollo de la esquizofrenia y que, además, facilitaría su diagnóstico.

Estas alteraciones hacen que, al llegar a la edad adulta, sus crías padezcan graves carencias en el procesamiento de la información sensorial, una alteración de las estructuras del cerebro encargadas de esta función, y un déficit inmunológico, ha señalado Borrell. Además las alteraciones desarrolladas en ratas son tan parecidas a las descritas en pacientes esquizofrénicos que se revirtieron cuando a los animales se les administró fármacos antipsicóticos.

Los expertos explicaron que el modelo animal describe cómo el choque con agentes infecciosos provoca, en la rata gestante, alteraciones inmunológicas que producen en las crías un pronunciado déficit en los mecanismos de procesamiento de la información sensorial, en la expresión de diversos neurotransmisores y proteínas en el cerebro, y en la función inmunológica.

"Las alteraciones observadas son muy parecidas a las descritas en pacientes esquizofrénicos" Subrayó Borrel. "La semejanza es tal que incluso pueden ser revertidas por la administración de fármacos antipsicóticos", añadió.

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UN NINO CON UNA LESIÓN MEDULAR vuelve a andar tras un programa de rehabilitación


Un sistema nervioso dañado, incapaz de ordenar a sus extremidades que den un solo paso ¿puede aprender a caminar de nuevo? Médicos de la Universidad de Florida creen que es posible recuperar capacidades perdidas en algunas lesiones medulares con la ayuda de la rehabilitación, y para demostrarlo han hecho público el caso de uno de sus pacientes: un niño que cuando sólo tenía 3 años recibió un disparo accidental mientras jugaba con un arma de fuego.

La bala entró por el tórax y se alojó entre sus vértebras cervicales. Sobrevivió al accidente, pero era incapaz de mover sus piernas. Aunque la médula no se había lesionado por completo, no podía caminar ni mantenerse en pie; tan sólo arrastrarse. Un intenso programa de entrenamiento, que consiste en reproducir la marcha fisiológica, logró que el pequeño volviera a caminar con la ayuda de un andador.

No apto para todos los casos

Sus médicos han decidido a hacer público este caso en la revista médica «Physical Therapy», tres años años después de que recuperara la capacidad de andar, Hoy tiene siete años y sigue caminando apoyado en su andador. «Este caso es la demostración de que las lesiones medulares severas pueden recuperarse con entrenamiento. Por desgracia no todos los niños pueden beneficiarse de esta de terapia o lograr los mismos resultados», explicó ayer a ABC Andrea Behrman, profesora del departamento de Fisioterapia de la Universidad de Florida.

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lunes, 28 de marzo de 2011

Researchers find brain differences between believers and non-believers

In two studies led by Assistant Psychology Professor Michael Inzlicht, participants performed a Stroop task - a well-known test of cognitive control - while hooked up to electrodes that measured their brain activity.

Compared to non-believers, the religious participants showed significantly less activity in the anterior cingulate cortex (ACC), a portion of the brain that helps modify behavior by signaling when attention and control are needed, usually as a result of some anxiety-producing event like making a mistake. The stronger their religious zeal and the more they believed in God, the less their ACC fired in response to their own errors, and the fewer errors they made.

"You could think of this part of the brain like a cortical alarm bell that rings when an individual has just made a mistake or experiences uncertainty," says lead author Inzlicht, who teaches and conducts research at the University of Toronto Scarborough. "We found that religious people or even people who simply believe in the existence of God show significantly less brain activity in relation to their own errors. They're much less anxious and feel less stressed when they have made an error."

These correlations remained strong even after controlling for personality and cognitive ability, says Inzlicht, who also found that religious participants made fewer errors on the Stroop task than their non-believing counterparts.

Their findings show religious belief has a calming effect on its devotees, which makes them less likely to feel anxious about making errors or facing the unknown. But Inzlicht cautions that anxiety is a "double-edged sword" which is at times necessary and helpful.

"Obviously, anxiety can be negative because if you have too much, you're paralyzed with fear," he says. "However, it also serves a very useful function in that it alerts us when we're making mistakes. If you don't experience anxiety when you make an error, what impetus do you have to change or improve your behaviour so you don't make the same mistakes again and again?"

The study is appearing online now in Psychological Science.

Source: University of Toronto

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lunes, 21 de marzo de 2011

"SE PUEDE APRENDER A SER FELIZ, pero hay que practicar" - Entrevista con Martin Seligman


Martin Seligman (Albany, EE UU, 1942), sentado en una mesa de madera sin mantel, rinde pleitesía a un plato de perretxikos con cardo mientras comienza a despachar los asuntos del alma entre bocado y bocado. El estadounidense, impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de Pensilvania, no muestra atisbo de perplejidad cuando se le explica que Gaztelubide, una emblemática sociedad gastronómica ubicada en la Parte Vieja de San Sebastián, se ha resistido hasta hace poco tiempo a que entren las mujeres. Una educación estricta en un colegio militar le ha dejado cierto poso que contrasta con su forma de vida: ayudar a las personas a ser felices.

No le gusta hablar de la felicidad en bruto. "Un término engañoso que no se puede medir. Es mejor descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos científicamente". Seligman cita el Paspel, (Perma, en inglés: cinco elementos definidos a partir de los cuales medir la felicidad), como si fuera un mantra; emociones positivas, la sintonía con el entorno, la pertenencia a un grupo o el altruismo, los logros o las metas. "Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar. No se trata de trabajar solo unos elementos y otros no, sino que todos juntos hacen que sea posible ser más felices".

Mientras prueba con deleite unos espárragos frescos de Navarra recuerda que durante años trató de investigar el sufrimiento humano hasta que decidió tirar por otro camino: "Se puede aspirar a más, no solo a paliar el sufrimiento, sino a que los que están bien estén mejor". Lo dice él, un hombre que se define como pesimista y que debe tomar su propia medicina.

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martes, 15 de marzo de 2011

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO. Conversaciones con Rodolfo Llinás.



«El cerebro es una entidad muy diferente
de las del resto del universo.
Es una forma diferente de expresar todo.
La actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás.
Somos básicamente máquinas de soñar
que construyen modelos virtuales del mundo real».

No son palabras de un filósofo ni de un poeta, aunque su obra establece un puente entre éstos y la ciencia. Es la provocadora conclusión a la que ha llegado, tras cuarenta años de estudiar el sistema nervioso, uno de los cerebros más brillantes de nuestra época: el neurocientífico Rodolfo Llinás Riascos.

Partió del estudio microscópico del funcionamiento unicelular de las neuronas hasta convertirse en fundador y pionero de la neurociencia. Ésta integra diversas ciencias para entender el funcionamiento del cerebro: biología, filosofía, fisiología, sistemas, bioelectricidad, cognición, psicología, medicina, psiquiatría, informática, zoología, evolución, antropología y geometría, por mencionar sólo algunas.

En todas esas aguas navega con propiedad Llinás, hasta revolucionar el concepto que antes se tenía sobre el sistema nervioso, es decir, «la esencia de la naturaleza humana». Sus colegas dicen que la obra de Llinás rompe por completo las antiguas creencias y marca un nuevo paradigma sobre la manera de entendernos a nosotros mismos y nuestra interacción con lo que llamamos «realidad».

Luego de publicar más de quinientas investigaciones y catorce libros científicos, Llinás decidió compartir sus hallazgos con el público no especializado a través de un libro pedagógico que sintetiza su hipótesis sobre la electrofisiología de la subjetividad: El cerebro y el mito del yo, de Editorial Norma.

En la obra, salpicada de metáforas tan didácticas, cómicas y lúcidas como su autor, se resume el trabajo de este colombiano de 68 años, nacionalizado hace cuarenta en Estados Unidos, director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York, asesor de la Nasa, miembro de las academias de Ciencia de Estados Unidos, Francia, España y Colombia, y varias veces postulado al premio Nobel, entre muchas otras distinciones.
Con su melena cana y una inexplicable belleza infantil en el esplendor de su sexto piso, dialogó así con Número:

¿Por qué nos parece tan misteriosa la mente?

Supongo que la conciencia, el pensamiento y los sueños nos resultan tan extraños porque parecen ser impalpablemente internos. Ello podría deberse a que, desde un punto de vista evolutivo, nosotros los vertebrados podemos considerarnos crustáceos volteados hacia fuera.

Me explico: los crustáceos son exoesqueléticos, es decir, tienen un esqueleto externo. En cambio, nosotros somos endoesqueléticos, o sea, tenemos un esqueleto interno. Esto implica que, desde cuando nacemos, somos altamente conscientes de nuestros músculos, pues los vemos moverse y palpamos sus contracciones. Comprendemos de una manera muy íntima la relación entre la contracción muscular y el movimiento de las diversas partes del cuerpo. Desgraciadamente, nuestro conocimiento acerca del funcionamiento del cerebro no es directo. ¿Por qué? Porque en lo que a masa cerebral se refiere, ¡somos crustáceos! Nuestro cerebro y nuestra médula espinal están cubiertos por un exoesqueleto implacable: el cráneo y la columna vertebral.

A diferencia del resto del cuerpo, no vemos ni oímos nuestro cerebro, no lo sentimos palpitar, no se mueve y no duele si lo golpeamos, ya que está protegido por la portentosa estructura del cráneo. Si tuviéramos la masa cerebral por fuera del cráneo y pudiéramos ver o sentir el funcionamiento del cerebro, nos resultaría obvia la relación entre la función cerebral y la manera como vemos, sentimos o pensamos. De la misma manera que ahora nos resulta obvio lo que sabemos sobre el funcionamiento de músculos y tendones, cuyo movimiento disfrutamos tanto que organizamos competencias mundiales para comparar y medir masas musculares.

Pero no disponemos de una parafernalia análoga para medir directamente el funcionamiento del cerebro. Supongo que por eso algunas personas piensan que la mente, la conciencia o el «yo» están separados del cerebro. Y por eso en la neurociencia se dan conceptos muy diversos sobre la organización funcional del cerebro.

En cuanto a nuestros amigos los crustáceos, que no se dan el lujo de conocer en forma directa la relación entre la contracción muscular y el movimiento, el problema de cómo se mueven, en caso de que pudieran considerarlo, podría resultarles tan inexplicable como lo es para nosotros el pensamiento o la mente.

Por eso decían que el cerebro es una «caja negra» misteriosa, hasta cierto punto pasiva, con la que llegamos «en blanco» al nacer y que recibe estímulos del mundo externo, los interpreta y devuelve a través de los sentidos. ¿Qué opina usted?

Digo que el cerebro enfrenta al mundo externo, no como una máquina adormilada que se despierta sólo mediante estímulos sensoriales, sino por el contrario como un sistema cerrado, autorreferencial (parecido al corazón), en continua actividad, dispuesto a interiorizar e incorporar en su más profunda actividad imágenes del mundo externo, aunque siempre en el contexto de su propia existencia y de su propia actividad eléctrica intrínseca.

Para funcionar, el sistema no depende tanto de los sentidos como creíamos, como lo prueba el hecho de que podemos ver, oír, sentir o pensar cuando soñamos dormidos o cuando fantaseamos despiertos, en ausencia de estímulos sensoriales.

Tampoco creo que el sistema nervioso sea una tabla rasa en el momento del nacimiento. Años de evolución hacen que cada bebé nazca con un cerebro hasta cierto punto organizado, con un «a priori neurológico» que le permite ver, sentir u oír sin necesidad de aprender a hacerlo. Nacemos, por ejemplo, con la capacidad de aprender cualquier idioma. Serán la cultura y la educación las que determinen cuál. Pero la estructura básica nace con nosotros.

La historia evolutiva demostró que únicamente los animales capaces de moverse necesitan cerebro (por eso las plantas, quietas y arraigadas, aunque tan vivas como nosotros, no lo necesitan). Y que, en principio, la función principal de éste es la capacidad de predecir los resultados de sus movimientos con base en los sentidos. El movimiento inteligente se requiere para sobrevivir, procurarse alimento, refugio y evitar convertirse en el alimento de otros, pero como sería imposible sobrevivir si predijéramos con la cabeza y con la cola al mismo tiempo, se necesita centralizar la predicción en el cerebro. A esa centralización de la predicción la conocemos como el «sí mismo» de cada uno de nosotros.

¿Por qué dice que el color, el dolor o el sonido no existen afuera sino adentro?

Lo que hay afuera no es necesaria y únicamente lo que los seres humanos vemos. En realidad, afuera hay todo un caos lleno de cosas que nuestro cerebro no percibe porque no tiene necesidad de hacerlo para sobrevivir: ondas sonoras, electromagnéticas, átomos, partículas de aire, etc. Cada cerebro animal, incluido el humano, aprendió evolutivamente a discriminar de ese caos externo sólo aquello que requiere para sobrevivir. Por eso, los perros «ven» con el olfato, los murciélagos ciegos con el oído, los pajaritos ven muchos más colores que nosotros y no tenemos seguridad de que sean los mismos nuestros, etcétera.

Ejemplo: si un perro y una persona quieren buscar a alguien en un aeropuerto, le damos a la persona una foto del extraviado y al perro una media. Pero si lo hacemos al revés, la foto para el perro y la media para la persona, ¡seguramente nunca encontraremos al perdido! (risas).

Así, se establece un diálogo entre nuestro mundo interno y el mundo externo, por medio de los sentidos, que nos permite elaborar representaciones virtuales de los fragmentos del mundo real que necesitamos para sobrevivir. Pero no tenemos la visión íntegra de todo lo que hay allá afuera. Lo que pasa es que a través de unos quinientos o setecientos años de evolución, los humanos nos hemos puesto de acuerdo en una especie de «alucinación colectiva estándar» y vemos más o menos lo mismo. Eso es lo que nos permite ser una sociedad con referentes universales.

¿Por qué dice que el «yo» es un mito?

Los seres humanos no tenemos cerebro. Somos nuestro cerebro. Cuando le cortan la cabeza a alguien, no lo decapitan sino que lo decorporan. Porque es en este prodigioso órgano donde somos, donde se genera nuestra autoconciencia, el «yo» de cada uno. Por tanto, lo que llamamos «yo» no es separable del cerebro. Si dijéramos «el cerebro me engaña», la implicación sería que mi cerebro y yo somos dos cosas diferentes. Mi tesis central es que el «yo» es un estado funcional del cerebro y nada más, ni nada menos.

El «yo» no es diferente del cerebro. Ni tampoco la mente. Son unos de tantos productos de la actividad cerebral, a partir de la cual hemos llegado a la Luna y tenemos posibilidades ilimitadas de hacer realidad nuestros sueños.

¿Cómo puede ser el «yo» un estado funcional del cerebro?

El núcleo de mi tesis radica en el concepto de oscilación neuronal, como la de las cuerdas de una guitarra o de un piano cuando las pulsamos. Las neuronas tienen una actividad oscilatoria y eléctrica intrínseca, es decir, connatural a ellas, y generan una especie de danzas o frecuencias oscilatorias que llamaremos «estado funcional».

Por ejemplo, los pensamientos, las emociones, la conciencia de sí mismos o el «yo» son estados funcionales del cerebro. Como cigarras que suenan al unísono, varios grupos de neuronas, incluso distantes unas de otras, oscilan o danzan simultáneamente, creando una especie de resonancia. La simultaneidad de la actividad neuronal (es decir, la sincronía entre esta danza de grupos de neuronas) es la raíz neurobiológica de la cognición, o sea, de nuestra capacidad de conocer.

Lo que llamamos «yo» o autoconciencia es una de tantas danzas neuronales o estados funcionales del cerebro. Hay otros estados funcionales que no generan conciencia: estar anestesiado, drogado, borracho, «enlagunado», en crisis epiléptica o dormido sin soñar. Cuando se sueña o se fantasea, ya hay un estado cognoscitivo, aunque no lo es en relación con la realidad externa, dado que no está modulado por los sentidos.

Pero en los otros casos o estados cerebrales, la conciencia desaparece y todas las memorias y sentimientos se funden en la nada, en el olvido total, en la disolución del «yo». Y, sin embargo, utilizan el mismo espacio de la masa cerebral y ésta sigue funcionando con los mismos requisitos de oxígeno y nutrientes.

Aunque el estado funcional que denominamos «mente» es modulado por los sentidos, también es generado, de manera especial, por esas oscilaciones neuronales. Por tal razón podríamos decir que la realidad no sólo está «allá afuera», sino que vivimos en una especie de realidad virtual.
Es decir, que no es tan distinto estar despierto que estar dormido...

El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo, pero no se limita a ellos. Es básicamente un sistema cerrado, en continua actividad, como el corazón. Tiene la ventaja de no depender tanto de los cinco sentidos como creíamos. Por eso, cuando soñamos dormidos o fantaseamos, podemos ver, oír o sentir, sin usar los sentidos, y por eso el estado de vigilia, ese sí guiado por los sentidos, es otra forma de «soñar despiertos».

El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del universo. Es una forma distinta de expresar «todo». La actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás. Tranquilizante o no, el hecho es que somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.

¿Cómo mantener activa nuestra «máquina de soñar»?

Estamos hablando de que todos estos prodigios de la mente se generan en tan sólo un kilo y medio de masa cerebral, con un tenue poder de consumo de catorce vatios. De manera que para mantenerla en forma se requieren buena nutrición, buena oxigenación y protegerse de golpes.

Sin embargo, lo más importante es usar el cerebro, cosa que muchas personas no parecen tener tan claro. El problema es que la inteligencia es limitada pero la estupidez es infinita. Por eso es tan urgente promover una buena educación, que enseñe a pensar claramente a través de conceptos y no de mera memorización de datos. Hay que entender la diferencia entre saber (conocer las partes) y entender (ponerlas en contexto). Por ejemplo, una lora sabe hablar pero no entiende nada.

¿Por eso en su investigación se busca la síntesis y no la especialización, propia de la ciencia positiva estadounidense?

El análisis del detalle es más fácil que la síntesis, pero no es suficiente. Como en la película La tienda de empeño, donde Chaplin atiende a un cliente que le pide arreglar un reloj. Saca abrelatas, alicates, empieza a sacar las partes hasta desbaratarlo por completo. Luego pone todos los pedazos en el sombrero y se los entrega al desolado cliente. ¡El señor desbarató el reloj y no lo pudo volver a construir! Así es la ciencia analítica o especializada: sin la síntesis, sólo tiene grandes cantidades de pedazos de cosas.

No obstante, es incorrecto decir que mi trabajo es síntesis de fisiología con biología, con zoología, entre otras ciencias. Mi interés es explicar cómo son las cosas. El problema es que esos cajones del saber («esto es física, esto es química, etc.») son artificiales, por lo cual yo no los respeto. El mundo es uno. Y la gente le da nombres porque es estúpida y se fracciona en función de palabras, en vez de tomar las cosas por lo que son.

Lo que estoy tratando de hacer es muy peligroso, porque yo me puedo mover de lo molecular a lo cósmico, sin problemas. Y eso resulta sospechoso para los científicos tradicionales, que sólo respetan el conocimiento muy especializado. En términos generales, los científicos se catalogan entre «topos» y «zorros». Los topos taladran, buscan la profundidad y cada vez saben más y más de una sola cosa. Los zorros lo ven todo, pero por lo mismo saben poco de mucho.

Alguien dijo sobre mi trabajo: «Ese señor Llinás es ambas cosas: un topo y un zorro. O mejor, un ¡“zorrotopo”!» (risas). Mi propuesta es que la ciencia sea análisis y síntesis, que la neurociencia se aventure a cuatro órdenes de magnitud y no sólo se quede en lo microscópico, y que así podamos no sólo saber sobre el cerebro, sino entenderlo, porque mientras más comprendamos la portentosa naturaleza de la mente, el respeto y la admiración por nuestros congéneres se verán notablemente enriquecidos.

FUENTE

EL PSICOANÁLISIS (según la SEP)


El psicoanálisis es un método de observación de la mente humana, que trata de comprender y explicar cómo funciona, con la finalidad de conseguir unos objetivos terapéuticos para el paciente. Como resultado de estas observaciones ha sido posible desarrollar una teoría psicológica de la conducta y de la mente humana. Aunque fue descubierto por Sigmund Freud hace más de cien años, el método, a través de sus seguidores, ha ido evolucionando de manera considerable desde su inicio.

El método consiste en establecer unas condiciones de trabajo estables para el paciente y el psicoanalista. Ambos se encuentran en sesiones de cuarenta y cinco a cincuenta minutos, varias veces a la semana (4 o 5, en algunos casos 3) durante varios años.

La teoría psicoanalítica sugiere que no solamente los factores constitucionales y genéticos son los que constituyen la personalidad y, por lo tanto, sus desequilibrios. Existen otras influencias importantes, como la experiencia del nacimiento, de les primeras relaciones con los padres, de la sexualidad, de las pérdidas y de la muerte próxima. Estas experiencias cruciales vividas en el núcleo familiar de manera persistente, van estableciendo determinadas pautas de sentimientos, fantasías y relaciones inconscientes, que estarán en la raíz de los problemas por los cuales la gente busca ayuda.

Las condiciones regulares del psicoanálisis proporcionan un marco en el cual estos modelos de relación inconscientes pueden ser concienciados y elaborados, a través de su comprensión en la misma relación establecida entre paciente y analista.

Actualmente contamos con la evidencia de estudios empíricos que avalan la validez del tratamiento psicoanalítico.

FUENTE

PSICOACTIVOS A LA VENTA COMO SI FUERAN INCIENSO


"Esto es incienso aromático, pero te lo fumas y te produce el mismo efecto que un porro de marihuana". Quien habla no es un camello callejero, sino el dependiente de una growshop, una tienda especializada en el mundo del cannabis situada en el centro de Madrid, que rehúsa dar su nombre. Es un fenómeno global del que ha alertado la ONU y que se mueve en los límites de la ley. El Ministerio de Sanidad presentará un estudio "antes de abril" sobre los efectos de estas drogas emergentes.

Las bolsas llevan nombres como Fly high (vuela alto) o Herbal XTC (éxtasis de hierbas), que casan mal con sus advertencias de que no están destinadas al consumo humano. Apoyados en vacíos legales, la venta de sustancias psicoactivas en comercios especializados -smartshops (de smartdrugs o drogas inteligentes) o growshops (de útiles para el cultivo de cannabis)- crece en todo Occidente, según ha denunciado la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un organismo de la ONU, en su último informe anual. En particular, advierte de la difusión del llamado spice, supuestos inciensos que "imitan sintéticamente los efectos de la marihuana". Este producto fue encontrado por este periódico en varias tiendas a un precio de 20 euros el gramo. Más caro que lo que cuesta la marihuana en el mercado callejero. Su importador y distribuidor, Green Zena, no contestó a los correos electrónicos de este diario. "Este producto está diseñado para ser usado como mezcla aromática", concluye la etiqueta.
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martes, 8 de marzo de 2011

El ordenador que 'lee' la mente



Si alguien le nombra algunos términos como araña, perro, camisa o café, inmediatamente su cerebro reaccionará de una cierta manera. La actividad neuronal que se produce en relación a múltiples nombres de objetos o cosas que se pueden ver, oír, oler, saborear o tocar parece que, a partir de ahora, podrá predecirse mediante un modelo informático. Los autores del estudio que muestra la eficacia de esta 'herramienta', cuyos datos publica la revista Science, afirman que será útil para entender cómo son los procesos neuronales que están detrás de algunos pensamientos y para conseguir tratamientos dirigidos a solucionar ciertas deficiencias del lenguaje y del aprendizaje.

El cerebro representa cada nombre que leemos o escuchamos de una determinada manera en función de la relación que este término tiene con el sistema sensorial y motor. Gracias a un sistema computacional, que analiza la semántica y la actividad cerebral, se ha logrado predecir esas reacciones neuronales.

"Los humanos percibimos y actuamos. El cerebro representa el significado de un nombre concreto en las áreas asociadas a cómo las personas sienten o intervienen. El significado de una manzana, por ejemplo, se representa en zonas cerebrales responsables del gusto, del olfato y de la masticación. Una manzana es lo que tú haces con ella. Nuestro trabajo es un pequeño pero importante paso para descifrar el código cerebral", explica Tom M. Mitchell, que ha dirigido esta investigación.
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