Martin Seligman (Albany, EE UU, 1942), sentado en una mesa de madera sin mantel, rinde pleitesía a un plato de perretxikos con cardo mientras comienza a despachar los asuntos del alma entre bocado y bocado. El estadounidense, impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de Pensilvania, no muestra atisbo de perplejidad cuando se le explica que Gaztelubide, una emblemática sociedad gastronómica ubicada en la Parte Vieja de San Sebastián, se ha resistido hasta hace poco tiempo a que entren las mujeres. Una educación estricta en un colegio militar le ha dejado cierto poso que contrasta con su forma de vida: ayudar a las personas a ser felices.
No le gusta hablar de la felicidad en bruto. "Un término engañoso que no se puede medir. Es mejor descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos científicamente". Seligman cita el Paspel, (Perma, en inglés: cinco elementos definidos a partir de los cuales medir la felicidad), como si fuera un mantra; emociones positivas, la sintonía con el entorno, la pertenencia a un grupo o el altruismo, los logros o las metas. "Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar. No se trata de trabajar solo unos elementos y otros no, sino que todos juntos hacen que sea posible ser más felices".
No le gusta hablar de la felicidad en bruto. "Un término engañoso que no se puede medir. Es mejor descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos científicamente". Seligman cita el Paspel, (Perma, en inglés: cinco elementos definidos a partir de los cuales medir la felicidad), como si fuera un mantra; emociones positivas, la sintonía con el entorno, la pertenencia a un grupo o el altruismo, los logros o las metas. "Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar. No se trata de trabajar solo unos elementos y otros no, sino que todos juntos hacen que sea posible ser más felices".
Mientras prueba con deleite unos espárragos frescos de Navarra recuerda que durante años trató de investigar el sufrimiento humano hasta que decidió tirar por otro camino: "Se puede aspirar a más, no solo a paliar el sufrimiento, sino a que los que están bien estén mejor". Lo dice él, un hombre que se define como pesimista y que debe tomar su propia medicina.
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